Llegué
a su casa de Lúyano sobre las 2:00 pm, después de haberme demorado más
de dos horas toreando al pésimo transporte de la capital. Era a finales
del mes de mayo, en una tarde nublada pero bonita. Ella dormitaba bella,
sobre un curioso papelito que describía productos de primera necesidad
para el hogar. Imagine rápidamente que había acabado de cobrar su
denigrante y vergonzoso retiro.
En el mismo pude leer la lista de
productos. Todo sumaba 234 pesos, por lo que pude inferir que en un solo
día había gastado más del 85% de su mesada mensual, y que aún así no
les alcanzaría ni para una semana.
Despertó de inmediato e intentó
alejar de mi vista disimuladamente el papel, pero ya lo habían computado
mis ojos y mi mente. Preguntó por sus nietos, por como la estábamos
pasando, e inmediatamente reflejó en mi mente el miedo que todos
sentimos, al preguntarme: ¿hijo, estas tranquilo?, mira que hay cosas
que no podemos cambiar... Disimulé sin mentir tanto como pude y
transmití una imagen de total quietud y tolerancia ingenua, ante tanto
desgaste y desasosiego económico, político y social de todo un pueblo.
Los salarios actuales debieran ser
semanalas, con respecto al nivel real de adquisición. Nos hemos detenido
en el tiempo y a muchos poco o nada les interesa. Quizás y solamente
quizás, si el mes lo dividiéramos entre cinco, cubriríamos nuestra
expectativa. Al parecer, a los cubanos al fin nos sobra algo, si, nos
sobra mucho mes para tan poca paga.
Después de charlar unas horas,
tomar un café achicharado y sentir que nuestras diferencias reales no
son más que el efecto psicológico del miedo trasmitido y popularizado.
Luego marché para mi casa-prisión de La Lisa, acompañándome ese dolor de
no poder hacer más por aliviar el estado anímico y otros. de quien me
trajo al mundo, al saber conscientemente que las cuentas financieras a
la mayoría de los cubanos no nos da.
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