Al Doctor Darsi Ferrer lo conocí una mañana
calurosa, fuimos presentados por su esposa Yusaimy Jorge Sosa en cuanto
salió de la prisión de Valle Grande en La Lisa, donde cumplió once meses
de presidio político.
Por cosas del destino, a Silvio Benítez Márquez y
a mí nos había tocado ayudarla con las jabas pesadas que le llevaba a
su esposo en cautiverio, en un repleto ómnibus P14 articulado.
Se le acusaba de una falacia política, unos pocos
materiales de construcción encontrados en su posesión para remendar su
modesto apartamento en Santos Suárez. Un caso más para el estudio de la
memoria histórica del represivo sistema totalitario.
Aunque el Dr. Ferrer vivía muy lejos de casa,
intentamos sumárnosle en el intento de exigirle al Gobierno Cubano la
ratificación de los pactos de derechos civiles, políticos, sociales y
culturales que el mundo entero conoce, y que se nos ocultan a los
cubanos. En algunas otras actividades cooperábamos y desde entonces
siempre que coincidíamos mostraba un gran saludo de respeto.
Yusaimy Jorge, de 30 años, padecía entonces de un
cuadro agudo de hipertensión endocraneana, una enfermedad
cerebrovascular que puede causar pérdida de la visión, vómitos y rigidez
de la nuca, entre otros síntomas. Durante años la Dirección de
Inmigración y Extranjería de Cuba le negó consistentemente su petición
de viajar a los Estados Unidos para recibir un tratamiento médico.
Lo triste del panorama vivencial es que todos
estamos perdiendo a buenos hijos de la patria, a ciudadanos preocupados
por una sociedad mejor, que de una u otra forma le dan bríos a lo que
constituye la comunidad dinámica moderna y plural que nos hace falta. La
patria nuevamente se desangra, gracias al totalitarismo.
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