Como todos
conocemos, Dios
prefirió la traición y el pecado del hombre, antes de privarnos de
nuestro libre albedrío y de la libertad plena para gobernarnos a
nosotros mismos.
El ser
humano es libre e independiente por naturaleza. Está dotado de
capacidad suficiente para gobernar libremente su vida, y de actuar
consecuentemente según sus decisiones, por lo que todo lo que
limite y/o menoscabe esta cualidad erigida en Ley Suprema…, es
antinatural y destructivo, toda vez que atenta contra su propia
existencia.
Esta
libertad de autogobierno implica además un derecho, y este no es
otro que el de propiedad sobre su propia persona y de todo aquello
que sea capaz de crear y de obtener por medios que no constituyan
nunca una amenaza para las personas o propiedad de los demás
individuos.
La
naturaleza librealbedriana del individuo, está por encima de la
voluntad de los hombres, es condición sine qua non para el progreso,
la felicidad y la continuidad existencial de la comunidad humana.
Como entes sociales, necesitamos de la creatividad, de las
experiencias y los servicios libres y voluntarios de otros, y si esta
libertad y creatividad libre es limitada, pues evidentemente las
sociedades no evolucionan, y lo que es peor aún, comienzan como en
el caso cubano, a involucionar.
Es por ello
que el progreso y la felicidad humana son tanto mayor, como lo sea el
nivel de libre creación y autogobierno de los individuos que la
conforman.
El individuo
es la médula de toda sociedad, es su cuerpo, su corazón, su cerebro
y la sangre que le dan vida. Esta, sin aquel, no existe. El individuo
es lo real, lo primario, la sociedad es solo un espectro de él.
Ahora bien.
¿Por qué las guerras, la miseria, las desigualdades, las
injusticias y la infelicidad humana, continúan siendo el escenario
de las sociedades actuales?
Muchas
pudieran ser las respuestas y razones a esta realidad, pero hay una,
que en nuestra opinión consideramos incuestionable: La existencia
del Estado.
¿Por qué
decimos esto?
Hay una
razón básica, y es el hecho de que el Estado vulnera la ley natural
de la esencia del ser humano. Es un producto antinatural por
excelencia, toda vez que una mayoría de personas, cede y delega su
poder singular e intrínseco a una minoría, sometiendo
indiscriminada y coactivamente a través de leyes monopólicas, el
interés individual al colectivo;
al interés de algo que como ya vimos es naturalmente inexistente. En
nombre de la sociedad el individuo destruye su propia esencia,
sacrifica su derecho inalienable de la libre creación, y del
autogobierno de su existencia, deja de ser dueño absoluto de sí
mismo para convertirse en un autómata social del Estado, o sea, de
una minoría de individuos que sí son dueños de sí mismos. En fin,
el Estado es un enorme y fatal error existencial y como tal, su
esencia es autodestructiva.
Por ejemplo,
en el caso de Cuba, el Estado se vanagloria de ser justo, humano, que
vela por los intereses de todos sus súbditos, que garantiza la
igualdad y el libre desarrollo individual de sus ciudadanos, y de
muchas cosas más que pudiera parecer que los cubanos vivimos en el
jardín del edén.
Sin embargo,
en la sociedad cubana prima la tristeza, la apatía, las necesidades
de todo tipo, las injusticias y desigualdades injustificadas, una
falta de libertad casi absoluta de los individuos, coacción sin
límites garantizada por leyes monopólicas, anti naturales y
draconianas, deshumanización alarmante, inmoralidades y
desesperanza.
La libre
creatividad y hasta la libre emisión del pensamiento están
supeditadas a los intereses del grupo dominante que llaman Estado,
los hechos nos demuestran que en nombre de los intereses de toda la
comunidad, se vulnera con fuerza el derecho individual y personal a
sencillamente discernir u oponerse.
Y es que,
por muy altruista que sean los gobernantes de un Estado, jamás
podrán satisfacer eficientemente las necesidades de cada individuo y
mucho menos suplantarlos en su individualidad y capacidades para que
se manifiesten en todo su esplendor creativo. El individuo es único
e inigualable y esa naturaleza singular es el presupuesto para el
desarrollo y la prosperidad armoniosa de la sociedad humana.
Es por ello
que la aparición del Estado, constituye el comienzo y el fin mismo
de la involución de las sociedades humanas, pues su surgimiento
lleva intrínseco su propia destrucción, dada su naturaleza
esencialmente antinatural.
El Estado
podrá alterar las leyes de la naturaleza por un tiempo, pero jamás,
todo el tiempo. AMEN.
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