Guatao, La Habana
septiembre de 2012.
Joisy
García Martínez.
Unos
vecinos míos
del poblado El Guatao en La Lisa recientemente ironizaban con eso de
las “elecciones” en Cuba y hasta uno de ellos se atrevía a
apostar el dinero que valía su casa. El apostador, aseguraba que
todo seguiría siendo igual y que saldría electo -para nuestro
prolongado inmovilismo de más de 53 años- el máximo líder de la
junta militar cubana Raúl Castro. Confieso que apostar no me
sorprendió y que ya es muy común. Lo extraño es que todavía no
comprendo por qué nadie le apostó en su contra, si vivimos en una
democracia según medios oficialistas.
Para
poder entender tal frustración tuve que viajar al pasado y analizar
someramente a sus máximos líderes. Nadie
pudo definir mejor a nuestro llamado “sistema electoral” que el
joven rebelde y abogado Fidel Castro, cuando ante una multitud que
enardecía su ego dictatorial por la década de los años 60 con gran
franqueza y respeto por la democracia que se establecería, ante
todos se preguntó, o vaya a saber si afirmó: “¿Elecciones, para
qué?”. Reflexión que consideraría cualquier persona inteligente,
como el prototipo del pensamiento de una monarquía
absoluta y que al estudiarla unos años después a muchos nos
recuerda aquella famosa frase de Luis
XIV (1638
- 1715)
cuando dijo: «L'État,
c'est moi» («El Estado soy yo»)
Para
cualquier persona curiosa que busque la verdad sobre el por
qué en un país tanto tiempo una persona es auto erigida su
dictador, sugeriría entonces que tendríamos que imprescindiblemente
tratar de analizar el pensamiento de los máximos dirigentes de la
prolongada “Revolución”, la cual, según palabras de su máximo
dirigente hoy, “se necesita todavía institucionalizar”. Si nos
basamos en que el pensamiento y raciocinio (positivo o negativo) de
una persona no podrá ser escondido -para bien o para mal- todo el
tiempo, la línea roja imaginaria que me trazo en mi cabeza es
comenzar por lo acontecido políticamente en Cuba, en especial aquel
16 de junio de 1961, cuando se celebró el primero de los tres
encuentros realizados en la Biblioteca nacional. Encuentro que Castro
sostendría con los intelectuales cubanos con motivo de la polémica
entre Lunes de Revolución, el ICAIC y otras instituciones culturales
denominadas por los comunistas. Discurso que los medios registraron
como “Palabras a los intelectuales”.
El
segundo encuentro se realizó el 23 de junio, el tercero y último el
día 30 de junio. El resultado de estos encuentros podemos definirlo
con aquella acuñadora y nunca derogada frase puntualizante del
caudillo “dentro de la Revolución, todo, contra la Revolución
nada” palabras que por muchos años estremeciera los tímpanos de
algunos y caracterizaría la política a seguir en los años
venideros en nuestro país.
El
3 de septiembre pasado
se inició en Cuba el llamado proceso electoral cubano, y según nos
han informado los medios oficialistas más de 168 reuniones piloto
han sido realizadas a lo largo y ancho de toda la isla caribeña. De
acuerdo a la convocatoria divulgada por los comunistas y la
autodenominada Comisión Nacional Electoral (CEN), esta primera etapa
se desarrollará hasta el 29 de este mes. En el país, según
estadísticas oficiales, están capacitados para votar unos 8,5
millones de ciudadanos, de un total de 11,2 millones de habitantes.
Lo
que no han dicho
ninguno de los medios oficialistas es que ninguno de ellos elegirá a
su presidente directamente como la población querría, como
demuestra una encuesta divulgada hace unos años por el grupo
independiente Veritas que anima el periodista y bloguero Eugenio
Leal.
Son
divergentes los puntos de vista de los que como yo diferimos del
sistema
de partido único. Entiendo que la política debe ser ante todo el
arte de convencer y no el de machucar, y es por ello que los
políticos en mi modesto entender están en decadencia… al no tener
un proyecto viable acorde a nuestros tiempos, que estimule los deseos
acuciantes por resolver los verdaderos problemas que agobian a los
ciudadanos de a pie y sin zapatos.
Al
parecer por no reconocer los mandarines a sus homólogos políticos y
por reprimirlos, incrustarlos en sus casas hasta la máxima expresión
posible, es que casi ninguno se ha postulado ni cree en eso, a través
de la historia política “Revolucionaria”, excepto algunos
miembros de la emergente sociedad civil que al final se han dado
cuenta del amplio periplo dictatorial y han desistido para desgracia
de los que pudieran haberlos apoyado.
Como
consecuencia
de lo antes expuesto algunos disidentes han roto -hasta donde han
podido- con el contrato social y por tanto en estas llamadas
elecciones –sin contrincantes, partidos políticos ni opositores-
solo interesaría mas, que no existiera dilación en la presentación
de la información sobre la proporción de los votos en blanco y
anulados. Está bien claro que si viviéramos en una democracia sería
inaceptable la interferencia en poder ver todo sobre la compilación
de los resultados, pues la democracia requiere la plena transparencia
electoral y la rápida divulgación de los resultados.
Quizás
el muerto político que todavía respira, en
contraposición a esa cita apócrifa de Luis XIV, hoy se conforme y
como el mismo Luis, comente antes de morir: «Je m'en vais, mais
l'État demeurera toujours» («Me marcho, pero el Estado siempre
permanecerá») ¿Elecciones, para qué?, el Estado soy yo.
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