La Habana, Cuba, septiembre de 2012. Joisy
García Martínez.
Ningún
régimen político Latinoamericano tuvo tantos éxitos,
lamentablemente represivos, que los ocurridos y valientemente
documentados por varios aspirantes a ciudadanos, periodistas
independientes y miembros de la emergente sociedad civil en nuestro
país. El gobierno cubano reprimió sin misericordia en los años 60
a sus detractores. Prisión, exilio y paredón son el legado de esos
años “Revolucionarios”.
Todos
podríamos concordar en que la oposición en Cuba es evidente e
indiscutiblemente pacífica y difiere mucho de sus oponentes en el
poder. Los que quizás por mandato azuzan el odio y tildan a la
vilipendiada y hambrienta oposición de asalariados, no la conocen
bien. Las figuras más importantes han sido apaleadas, reprimidas,
hostigadas, difamadas y encarceladas. Muchos han enfermado de los
nervios y otros han sido víctimas de escandalosos y no muy bien
esclarecidos asesinatos. No existe dinero en el mundo –entiendo yo-
que pague tanto sufrimiento familiar en todos los bandos. Muestra de
ello es la reciente huelga de hambre, que gracias a Dios no tuvo
lamentables consecuencias, de Marta Beatriz Roque Cabello.
Me
comenta un amigo que durante los años 70´ debido a la represión
existente eran tan pocos los movimientos políticos de oposición o
sencillos detractores independientes que literalmente se necesitaba
una lupa para encontrar un movimiento de este tipo en el país.
Aseveró, que por supuesto siempre existieron figuras independientes
que a pesar de la habitual reprimenda mantuvieron en alto su postura
disidente. En los años 80´ y principalmente en los 90´, tomaron un
nuevo auge los movimientos opositores, pero el gobierno los calificó
de “grupúsculos contrarrevolucionarios y asalariados”, supongo
que en parte tienen razón, son pequeños grupos, ya que el gobierno
no desea que crezcan y cuando la política de dichos grupos se basa
en una atractiva dirección para resolver la problemática más
acuciante e innegablemente existente, son amenazados, reprimidos
reiteradamente y hasta encarcelados.
-Me
asegura- que notable fue la coalición que se creó el 10 de octubre
de 1995, que 140 de estos grupos se unieron y crearon un frente común
llamado Concilio Cubano, esencialmente su línea de trabajo se
establecía en estar comprometido con un proceso de cambios pacíficos
que se caracterizaba por ser respetuoso de las leyes y la
constitución comunista vigente. De extraordinario categorizaría el
esfuerzo de los compatriotas que trataron de romper en ese entonces
el monopolio de la inexistente libertad de asociación.
Los
disturbios acontecidos en la Habana el 5 de agosto de 1994 pude
verlos recientemente, gracias a la colaboración de un amigo, son
increíbles manifestaciones populares espontáneas, símbolo de lo
que inevitablemente se avecina. Los motivos para este malestar
generalizado se enriquecen como caldo de cultivo debido a la
inoperancia en lo económico, social y político del sistema que
lamentablemente terminará por estallar. La pérdida del miedo al
Estado represor me lleva hacia la hipótesis de que en Cuba más
temprano que tarde tendremos nuestra primavera caribeña u otoño
isleño. Principalmente previsible por la irresponsabilidad de la
normalización e irrespeto evidente por las propias leyes vigentes,
al no cumplirse con los pocos milímetros de cordura que en ellas
puede leer su ciudadanía.
No
ha sido minimizado el deseo del Estado a reprimir. Principalmente, a
quienes increíblemente obstaculizados pero a pesar de dificultades,
sin empleos y a riesgos de sus propias familias, propagan sus ideas y
divulgan por cualquier vía posible por estrecha que sea, sus
criterios. Todo lo anterior, acompañado por la amenaza de que el
tentetieso y la prisión sean el mejor reconocimiento ciudadano para
los héroes, sencillamente por el atrevimiento de disentir sobre la
situación del país.
Sin
lugar a dudas, el sistema dictatorial está cambiando su estrategia,
no porque ellos lo deseen, sino porque ya saben que no lo pueden
impedir. El aumento de la violencia criminal es evidente, el auge de
la corrupción está institucionalizado, lo anterior claramente que
es dañino para todos y su máximo responsable es el que
supuestamente menos lo precisa. Si analizamos a sangre fría todo lo
que acontece a nuestro alrededor, les recomendaría a los que
continuamente reprimen a nuestra gente, que ¡por favor! no lo sigan
haciendo….. y se sumen al carro de los cambios democráticos que
inevitablemente y para suerte de todos, aparecerán.
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