La primera condición que debemos tener presente cuando decidimos decir nuestras verdades, es aceptar que podemos estar equivocados, sin embargo, esto no debe ser motivo nunca, para no decirlas. El Socialismo, o como quiera llamársele al modelo social que ha vivido el pueblo cubano durante más de medio siglo, no es merecedor de ser imitado por ningún otro pueblo. Basta con mirar el escenario de la realidad cubana actual, y observar una radiografía del estropeado corazón de los cubanos de pueblo, para percatarse de ello. Ahora bien, lo menos que podemos hacer cuando hemos sufrido una experiencia en la vida, cualquiera que esta sea, es alertar a nuestra familia humana, pues de lo contrario, nos convertiríamos en culpables del sufrimiento de los demás, y de esta manera, en tácitos verdugos y criminales de nuestra propia especie.
Es por esta razón, que me dispongo como una necesidad imperiosa de mi conciencia, alertarlos, tomando como referencia la experiencia cubana, sobre los sutiles métodos psicológicos y astucias que pueden ser utilizados por los que pretenden hacer del socialismo el modelo esperanzador del bienestar de las comunidades humanas actuales y futuras, y sobre todas las cosas, para que no caigan en el fatal error de ser cautivados por ese modelo social muy astuto y experto en alimentar falsas esperanzas, emanado de la naturaleza bárbara del hombre.
Pues bien, sin más, comenzaré con la primera alerta:
Alerta I - ¡Cuidado con los Estímulos Morales!
Casi desde los primeros años de instaurarse en el poder el gobierno revolucionario cubano, el mismo se dispuso como tarea prioritaria, crear un hombre nuevo cualitativamente superior. En este sentido, comenzó a sembrarse en la consciencia de los cubanos la convicción de que los Estímulos Morales debían estar ineludiblemente por encima de los Estímulos Materiales.
Así, un diploma, una medalla, una carta de reconocimiento a los vecinos del barrio, un reconocimiento público ante el colectivo laboral, o simplemente un fuerte estrechón de manos de algún Jefe, constituía un honor tal, que en ocasiones llegábamos a creernos que no lo merecíamos, sin embargo, al llegar a nuestras casas, no teníamos un plato de comida decente que brindarles a nuestros hijos.
Dar una propina a un dependiente que nos ofreció un excelente servicio en un restaurante, era inmoral, y si te disponías hacerlo de todas formas, podía constituir una ofensa irreparable, aunque tal vez, ese trabajador amable, no pudiera regalarle al día siguiente a su pequeña hija, la muñeca prometida en el cumpleaños pasado.
No era difícil ver a personas por las calles luciendo con orgullo hasta diez y quince medallas y condecoraciones colgadas en sus camisas, careciendo él y su familia de las necesidades básicas de subsistencia.
Y como colofón de los estímulos morales, se pusieron de modas los trabajos voluntarios. Trabajos no remunerados, que se realizaban generalmente en los días de descanso del pueblo y que nada tenían de voluntarios, pues de no participar en ellos, quedabas excluido de poder ser un hombre nuevo y excomulgado a los confines del infierno.
Ya, en un estadio superior y de crisis de esta forma de explotación, "los trabajos voluntarios", se repartían bonos en los cuales se computaban las horas de trabajo no remunerado realizadas por cada trabajador, para al final de año, los más aguerridos, tuvieran la oportunidad de optar por un televisor, o una plancha eléctrica, una bicicleta, olla de presión para cocinar, y este tipo de cosas,… ¡ah!... y tenían que pagarlos.
¡Se imagina!, llegaban 2, 3, 4 o 5 artículos de estos para 500 trabajadores de una empresa. Claro está, un pueblo sumido en la miseria, y que cualquier artículo de estos, podrían constituir la única oportunidad para muchos de obtenerlos: ¡Cuántas discusiones, enemistades y hasta peleas agresivas en las reuniones para determinar a qué trabajador se le asignaba cualquiera de estos artículos! ¡Qué vergüenza! ¡Cuántas amistades destruidas y cuanta división y odio se sembraron entre los cubanos!
Sin embargo, el ingenuo, noble y fiel pueblo de Cuba, no se percató de que los mismos que enarbolaban la bandera de los estímulos morales, estaban alimentando sus arcas personales y no precisamente de medallas y condecoraciones, y la realidad de hoy se ha encargado de demostrarlo.
Cada vez son más los que menos tienen y menos los que lo tiene todo, y paradójicamente, los primeros, solo cuentan como recompensa de tantos años de trabajo y sacrificio, esas medallas que lucían con orgullo, y una miseria humillante, fruto de los Estímulos Morales.
Respetado lector, en mi opinión, la preeminencia de los estímulos morales en menoscabo de los estímulos materiales, no tiene otra finalidad que la de crear un hombre nuevo identificado conscientemente con la miseria y que espera paciente y dignamente por las migajas que le ofrecen sus Dioses protectores y eternos, a los cuales deben estar eternamente agradecidos.
¡Cuidado con cualquier manifestación de este tipo!
Pues bien estimado lector, no quisiera abusar de su preciado tiempo, les prometo, si así lo desean, que en la próxima oportunidad, seguiré, con mucho placer, alertándolos, según mi experiencia, de lo que podría ser el preámbulo de una sociedad infernal.
Muchas gracias y hasta la próxima.
nelsonchartrand@gmail.com
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