La Habana, 30 de octubre de 2011
Joisy
García Martínez.
Cuando
alguien en Cuba quiere hacer un cuento jaranero, chistoso o algo
similar, en la mayoría de los casos el personaje principal es citado
con la designación de Pepito, este personaje ya nos es familiar para
todos, y en consecuencia lo tenemos presente para todas las
historietas que se hacen en las tertulias.
Desde
que tengo uso de razón en mi país se nos dice que Cuba es semejante
a un pequeño David, ese personaje mítico que tuvo una vida
exultante y que se enfrentó con su cayado y honda al enorme y
poderoso Goliat, agregándosenos también a la historieta, que Goliat
– en la ya histórica distención Cuba-EEUU- está representado por
el grandote y poderoso vecino del norte.
La
historia de David, entre tantas anécdotas, impresionó tanto al
pintor italiano Michelangelo Merisi da Carabaggio (1571- 1610) que
después de un intento de asesinato en Nápoles pinto un cuadro que
titulo “David vencedor de Goliat”, comentándose de él, que se
autorretrato en la figura de Goliat, pues tenía la impresión de que
moriría en esa forma.
¿!David
de que!? Pepito.
Al
observar el enorme y gordo problema cubano, que tiene a la
generalidad de nuestra gente tan desgastada y flaca, se le ha
ocurrido a un amigo cambiarle el nombre de David por el de Pepito,
arguyéndome que en realidad este pequeño David debiera llamarse
Pepito como el de los cuentos, por ser labrador de cizañas, un
insoportable jodedor, siempre enemistado y enemistando, el cual por
sus amplios medios de difusión difama, tergiversa y emplaza a
conveniencia a todos los que lo cuestionan en esta tierra, pequeñuelo
indisciplinado, siempre riñendo con todos, limitador de libertades,
creo que sí, que a partir de hoy por mí será llamado “el
revoltoso Pepito”.
Pepito
es quien impide a sus ciudadanos poder entrar y salir libremente del
país, el que nos reprime al querer asociarnos a un grupo político,
es el que detiene la iniciativa, al no poder crear las personas una
pequeña empresa privada. Pepito es el culpable de las continuas
restricciones a que los gobernantes nos tienen acostumbrados y cuando
le cuestionamos las absurdas medidas, -como si fuéramos tontos- nos
responde, todo es culpa del gigante Goliat.
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