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jueves, 14 de abril de 2011

Universidad para todos e Internet también

La Habana, Cuba, abril de 2011
Carretera de San Pedro.
Joisy García Martínez.

En un articulo de Philip N. Howard, escrito para el periódico electrónico "Más que elecciones", titulado “El efecto perdurable de los medios digitales en la sociedad civil”, el autor nos da una clase lúcida sobre sociedad civil. Como es conocido por los que vimos- no hace poco- la video-conferencia del agente de la Seguridad del Estado cubana, ellos mismos reconocen, lo que le hicieron al concepto de sociedad civil en Cuba, por lo que me he trazado la tarea de tratar de poner mi granito de arena y apoyándome en este artículo educarnos todos.

En el artículo comienza expresándonos que los medios digitales y las redes sociales proporcionan herramientas de comunicación y de movilización a los ciudadanos e instituciones de la sociedad civil. Son, además, provisores de espacios en los que cada persona puede dar su opinión o expresar su disensión, de manera que refuerzan las tendencias hacia la democracia política.

Las nuevas tecnologías de información han reconfigurado profundamente la cultura política. La sociedad civil del siglo XXI depende de la red Internet y de otros medios de comunicación que les aportan infraestructura, así como un “refugio seguro” digital en el que puede iniciarse la conversación cívica. Todo ello se observa, en particular, en los países en los que los medios escritos y de difusión masiva están sujetos a una estricta censura. En fin, que la tecnología ha logrado potenciar nuevos e importantes medios de comunicación política, y crear el clima propicio para la acción y la expresión democrática de los ciudadanos.

La sociedad civil suele definirse como una comunidad creada de forma espontánea y económicamente independiente, que reúne a personas en torno a un sistema de valores y que voluntariamente organiza actividades políticas, económicas o culturales con independencia del Estado. Los grupos de la sociedad civil vienen en todos los tamaños, desde Amnistía Internacional y las ligas de boliche de Estados Unidos, hasta las comunidades en línea de todo el mundo.

Estos grupos cívicos cobran particular importancia durante la temporada electoral porque representan toda la diversidad de puntos de vista que ampliamente se difunden a través de los medios de comunicación. La amplia gama de opiniones expresadas garantiza a los ciudadanos de una democracia que ningún grupo pueda proclamarse como único representante de toda la sociedad. Es más bien la pluralidad de grupos la que contribuye a la definición de los objetivos nacionales y a la elaboración de las normas de política.

La creación de comunidades virtuales

Los grupos de la sociedad civil utilizan la Internet como herramienta de la logística para la organización y la comunicación. La Web es una infraestructura de la información, que además de ser independiente del Estado, es también donde prosperan los movimientos sociales. Tal fue el caso de los ciudadanos tunecinos que se organizaron para hacer seguimiento de la corrupción en el gobierno, y difundieron por YouTube unas imágenes de la esposa de su presidente cuando hacía uso del avión oficial para ir de compras a Milán y a París. Es así como la Internet ha alterado la dinámica de la comunicación política en muchos países donde el ciberespacio es el foro desde donde la sociedad civil lanza un desafío al Estado. En algunas naciones, es el espacio donde el secularismo compite con el islamismo; en otras, es foro de debate político entre las diversas afiliaciones.

Una vez celebradas las elecciones, las comunidades virtuales bien establecidas se mantienen casi siempre independientes del control del Estado, si bien éste puede hacer seguimiento de ellas e incluso manipularlas. Aunque las élites políticas han creado algunas comunidades virtuales en un intento por controlar la conversación en línea, no siempre han tenido éxito. En países tales como Australia, Canadá, Estados Unidos y Reino Unido, estos movimientos reciben el nombre de “Astroturf” porque son artificiales, no tienen arraigo y tienden a desaparecer una vez concluida la jornada electoral.

Lo que sí permanecen son los vínculos más genuinos que se forjan entre los grupos cívicos de una nación, y entre las organizaciones internacionales no gubernamentales y otras asociaciones en el país con ideas similares. Estas comunidades virtuales tienen mayor auge en países en los que el Estado y las élites sociales mantienen una vigilancia estrecha sobre las comunidades en línea. En naciones donde se reprime la expresión libre de la oposición, el ciberespacio aparece como sustituto del foro de debate. Incluso los tablones de expresión en línea y los salones de chateo dedicados a la compra de relojes de marca se convierten en portales en los que se practica la libre expresión, y la defensa de este derecho toma el lugar de la pieza de relojería
como tema de conversación. La red Internet posibilita que los movimientos de oposición establecidos fuera de un país con un régimen autoritario accedan como partícipes al sistema de comunicación política. De modo que la consecuencia de la prohibición de los partidos políticos es, sencillamente, que la organización de la oposición política formal se hace en línea y fuera del país. A ello se suma que los líderes de la sociedad civil ahora recurren a otras formas de organización que también les brinda la tecnología de las redes informáticas.

Propiciando la participación ciudadana

Malasia, Indonesia y Turquía celebraron hace poco elecciones y, según la mayoría de los observadores, se condujeron a buen término. Los medios digitales desempeñaron una función en las campañas políticas y la democracia parece haberse fortalecido por ello. A pesar de sus diversas trayectorias históricas, en cada uno de los tres países la cultura política ha adoptado características similares:

• Los ciudadanos amplían el contenido internacional de su oferta de noticias.
• Las familias y amigos se comunican por redes como Twitter, Facebook y Orkut que son independientes del control directo del Estado
• Aparecen nuevos actores de la sociedad civil en línea, a pesar de la opresión del
Estado en el país.
• Las mujeres participan en la conversación que discurre en el ciberespacio cuando no
siempre les es posible hacerlo en el espacio “real”.

La política de identidad se difunde por los medios digitales y, en particular, por los grupos de jóvenes del entorno urbano con conocimientos sobre las nuevas tecnologías. Desde palestinos, griegos, armenios y hasta hmong, los jóvenes usuarios de la Internet se mantienen al tanto de la cultura y la política de la diáspora. Estas nuevas formas de comunicación política contribuyeron a unas campañas políticas en su mayoría positivas. Aun los partidos islamistas más duros tuvieron que templar su mensaje y emplear nuevas tecnologías de la información para atraer y motivar a electores.

Por otra parte, las bitácoras electrónicas (blogs), el Twitter o el YouTube no son los causantes de la inestabilidad social. No obstante, hoy día es difícil imaginar el logro de la organización de un movimiento social o de la participación de los ciudadanos sin ellos, aun tratándose de países como Irán y Egipto. Muchos ciudadanos de estos países carecen de acceso a la Internet o de un teléfono móvil, pero los que sí los tienen —los residentes de zonas urbanas, las élites educadas y los jóvenes— son, precisamente, el segmento de la población que posibilita el cambio de régimen o da apoyo tácito al resultado de la votación. Estos son los ciudadanos que apoyan o rechazan un régimen autoritario, y sus contactos con familiares y amigos han cambiado notablemente con la difusión de las nuevas tecnologías de comunicación.

Cuando una elección concluye, permanecen vigentes nuevos hábitos mediáticos. Las elecciones ahora se han convertido en momentos susceptibles a la experimentación con las tecnologías digitales por los líderes estudiantiles, periodistas y grupos de la sociedad civil. Aun cuando los candidatos de su preferencia no hayan sido elegidos, el proceso de experimentación cobra importancia porque, a través del uso de los medios digitales, los ciudadanos erigen una infraestructura de información bastante independiente del Estado. Los medios digitales dejan a su paso una huella en la sociedad civil que no se borra después de las elecciones. Por ejemplo, la Internet hace posible que los jóvenes aprendan sobre la vida en países donde la fe religiosa y
la libertad individual coexisten. Con el paso del tiempo, más ciudadanos aprenden a utilizar la Internet, mejoran su capacidad de hacer búsquedas y se hacen más conocedores de la forma de obtener, evaluar y utilizar la información.

El fortalecimiento de la sociedad civil

Los expertos aciertan al decir que la Internet también se utiliza para apoyar las redes terroristas. Según observan ellos, la censura de los nuevos medios de información, es un intento de algunas clases dirigentes de apropiarse de los medios más avanzados para así ejercer un mayor control social. Pero, hay otra intención tras lo que a veces se ha denominado “e-yihad”, “terrorismo en línea”, “guerra cibernética” y “fatuas digital”, pues con toda probabilidad, y pasado el tiempo, la influencia de los medios sociales de información en el fortalecimiento de la sociedad civil será su contribución más perdurable a la cultura política.

Durante momentos de susceptibilidad política como son las elecciones o las crisis militares, las herramientas como el teléfono móvil y la Internet contribuyen a una mejor comunicación política de tres maneras, a saber:

• Los usuarios de la tecnología actúan con inusual y extremada confianza y sentido de reciprocidad en tiempos de crisis. Comparten imágenes, se ayudan entre ellos para no perder el contacto con familiares y amigos, y a otros en el exterior mediante la provisión de información sobre el terreno.
• Los grupos de la sociedad civil a menudo copian de otros las estrategias de campaña que utilizan medios digitales. Ello se debe en parte a que los activistas de la democracia viajan de un país a otro, y ayudan a grupos locales durante las elecciones. Sin embargo, las elecciones son también una oportunidad para que los grupos aprendan unos de otros sobre estrategias para presentar sus ideas al público.
• Las elecciones presentan una oportunidad para debatir todo tipo de asuntos de interés público, y uno de ellos es la función de las nuevas tecnologías de comunicación. Las cuestiones de la tecnología —tales como la asignación del espectro de frecuencias, la censura por el gobierno y el acceso a medios digitales— se convierten en temas de discusión. El público puede insistir en que los candidatos políticos expongan sus planes para promover el uso de la tecnología y cerrar la brecha digital entre los que tienen y no tienen acceso a la tecnología.

Los modelos estadísticos sobre la reciente elección de legisladores en Malasia revelan que los contendientes que utilizaron bitácoras tenían mayor probabilidad de derrotar a los titulares de cargos. Y los candidatos del partido de oposición tenían más probabilidad de derrotar a sus homólogos en el gobierno que no hacían uso de ellas.

Hoy día, resulta difícil a un candidato político dar la impresión de ser “moderno” si su estrategia no está basada en una campaña digital. La infraestructura de la información es una cuestión de política. En muchas naciones es también más participativa que su cultura tradicional política. Como consecuencia de ello, la política basada en la nueva tecnología democratiza las antiguas
convenciones de las élites. Cada vez que un ciudadano graba una violación de derechos humanos con su teléfono móvil, usa una hoja de cálculo computarizada para hacer seguimiento de los desembolsos del Estado, o difunde información sobre la corrupción de funcionarios de gobierno, se fortalece la sociedad civil y se asesta un golpe a favor de la democracia. De esta manera, la huella más profunda de los medios digitales es que crea el clima propicio para el consumo y la producción de material de contenido político.

Philip N. Howard es profesor adjunto en el Departamento de Comunicaciones de la Universidad
de Washington, en Seattle, estado de Washington, y profesor asociado en la Facultad Jackson de Estudios Internacionales, en la misma universidad. Es también autor de New Media Campaigns and the Managed Citizen (2006) (Campañas con los nuevos medios informativos) y su obra más reciente, The Digital Origins of Dictatorship and Democracy (El origen digital de la dictadura y la democracia), que será publicada este año por la Oxford University Press.

No se si Philip N. Howard pensaba en mi país cuando escribió este artículo, pero lo disfruté y quiero agradecerlo, muchas gracias.

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