Ya es bastante malo que los opositores al libre mercado echen la culpa erróneamente al capitalismo de la contaminación medioambiental, las depresiones y las guerras. Sean cuales sean los defectos de sus teorías causales, al menos se centran en cosas indudablemente malas. Sin embargo, lo que es inaceptable es que se eche la culpa de algo bueno al mercado.
Tim Jackson, profesor de desarrollo sostenible en la Universidad de Surrey hace justamente eso en su artículo "Let's Be Less Productive", que apareció en el New York Times del 26 de mayo de 2012.
Jackson sugiere que la productividad puede haber alcanzado sus "límites naturales". Por productividad quiere decir "la cantidad de producción generada por hora de trabajo en la economía"—Reconoce que al hacerse más eficiente el trabajo se han producido beneficios sustanciales: "nuestra capacidad de generar más producción con menos personas ha sacado nuestras vidas de un trabajo penoso y nos ha dado una cornucopia de riqueza material.
A pesar de estos beneficios, hay peligro a la vista:
La productividad en constante aumento significa que si nuestras economías no continúan expandiéndose, nos arriesgamos a dejar a la gente sin trabajo. Si pueden hacerlo más cada año que pasa con cada hora de trabajo, entonces o la producción ha de aumentar o si no hay menos trabajo que realizar. Nos guste o no, nos encontramos enganchados al crecimiento.
Si la crisis financiera, los altos precios de recursos como el petróleo o el daño al medio ambiente hacen insostenible el crecimiento continúo, nos arriesgamos al desempleo. "Aumentar la productividad amenaza al pleno empleo".
¿Qué hay que hacer entonces? Jackson tiene una ingeniosa solución. Deberíamos concentrarnos en trabajos en áreas de baja productividad. "Ciertos tipos de tareas se basan propiamente en la asignación del tiempo y la atención de la gente. Las profesiones sociales son un buen ejemplo: medicina, trabajo social, educación. Expandir nuestras economías en estas direcciones tiene todo tipo de ventajas". Un cínico podría preguntarse si es solo una coincidencia que el propio Jackson esté empleado en una de estas profesiones.
Jackson tiene en mente otras reformas aparte del mayor énfasis en las "profesiones sociales". (Por cierto, que uno se pregunta si por este nombre Jackson intenta sugerir que los dedicados a ocupaciones de alta productividad no se preocupan por la sociedad. Como mínimo, sería una sugerencia bastante audaz). También deberíamos dedicar más recursos a los bienes artesanos que requieren bastante tiempo hacerlos y también al "sector cultural".
El programa de Jackson plantea una pregunta: ¿cómo pueden realizarse estos cambios? Tiene una respuesta preparada. Por supuesto, una transición a una economía de baja productividad no se producirá por pensamiento ilusorio. "Requiere una atención cuidadosa para incentivar estructuras: por ejemplo, menores impuestos al trabajo y mayores impuestos al consumo de recursos y la contaminación".
Jackson tiene sin duda razón en que si el trabajo se hace más eficiente, los trabajadores deben encontrar otros usos para el tiempo que ahora tienen disponible. ¿Pero por qué es esto un problema? Los seres humanos tienen deseos ilimitados y siempre hay nuevos usos para el trabajo humano.
Como apunta Murray Rothbard:
El trabajo tiene que "ahorrarse" porque es primordialmente un bien escaso y porque los deseos del hombre de bienes intercambiables están lejos de ser satisfechos. (…) Cuanto más trabajo se "ahorre", mejor, pues así el trabajo está usando más y mejores bienes de capital para satisfacer más deseos en una cantidad menor de tiempo. (…) Una mejora tecnológica en un sector tenderá a aumentar el empleo en ese sector si la demanda de ese producto es elástica a la baja, de forma que una mayor oferta de bienes induzca a un mayor gasto de consumo. Por otro lado, una innovación en un sector con demanda inelástica a la baja hará que los consumidores gasten menos en los productos más abundantes, contrayendo el empleo en ese sector. En resumen, el proceso de innovación tecnológica traslado el trabajo de los sectores de demanda inelástica a los sectores de demanda elástica.
Las crisis financieras pueden interrumpir el crecimiento, pero dado el carácter ilimitado de los deseos humanos, no pueden suplantarlo. Jackson nos ha ofrecido un remedio, pero no ha demostrado que exista una enfermedad que requiera su remedio.
Sobre el autor: David Gordon analiza y critica libros nuevos sobre economía, política, filosofía, y leyes para The Mises Review, la crítica trimestral de literatura de ciencias sociales, que se publica desde 1995 por el Mises Institute. Es autor de The Essential Rothbard. Este Mises Daily fue originalmente publicado el 6 de Junio, 2012.
0 comentarios:
Publicar un comentario