La Habana, Cuba, septiembre de 2011
Joisy García Martínez.
¿Qué pasa en casa?
El jueves 15 de septiembre fui detenido por más de 4 horas en la estación policial de Colín en el municipio Playa. Por fotografiar la Iglesia de 5ta y 17 se desató toda una persecución policial con sus respectivos interrogatorios amenazantes, solo digna de una película Hollywoodense, lo que me hace pensar en el nerviosismo existente en las autoridades cubanas por el descontento social existente.
El pasado jueves 15 de septiembre aproximadamente a las 2pm me dispuse a tomar unas fotografías de una abandonada Iglesia que se encuentra ubicada en la esquina de 5ta avenida y 17 en el capitalino municipio de Playa, no existían carteles prohibitivos u otras y en mis recorridos por frente al lugar constantemente me preguntaba ¿por qué tanto abandono, hay que llamar la atención?, y al mismo tiempo me respondía, solo puede ser posible en un país donde la indolencia, el miedo al ejercicio de la indignación, el control social imperante y la desesperanza alcanzan límites comparables al de los derrocados regímenes del oriente medio.
Después de hacer en mi cámara, sin ningún misterio o escondido, mis aficionadas fotografías, me dispuse a tomar el ómnibus que me llevaría a casa, el llamado P-4. Una vez en camino el ruido de la sirena de las autoridades policiales nos sorprendió a todos los que abordamos el ómnibus, al detener su marcha y bajar a un señor con una mochila. Continuábamos viaje, cuando de pronto, nuevamente, sirenas policiales obligan al chofer del P4 a detenerse y a abrir todas las puertas del vehículo, todos estábamos curiosos, pero lo sorprendente fue que el sospechoso no era el anterior detenido, era yo, y me piden bajar, la mochila, mis documentos y mi cámara.
Mientras son verificados mis antecedentes por los oficiales, un individuo vestido de civil –que posteriormente pude comprobar que era del departamento técnico investigativo de la policía (DTI) y que anotó con insistencia mi dirección particular del Carnet de identidad, por haberle visto la cara- me identificaba y agregaba insistente ¡quítenle el celular!, ¡quítenle el celular!, entre unas y otras me condujeron para una estación policial que decían ser la de Colín del municipio Playa, vivía mi propia película del sábado, persecución en autos y autobuses, lenguaje de adultos, intimidaciones policiales, pero aún sin violencia física visible.
Me encontraba en manos de los que debiendo resguardar leyes, proteger y servir, a secas me interrogaban fanáticamente y hacían diferentes llamadas a lo que supuse fuera el departamento de la seguridad del estado. Para mí que pensaron que tenían a un agente de la CIA, y que se ganarían un mérito al haber apresado a un terrorista.
Sin haberme dado aún, entrada legal al recinto policial, sin firmar nada, sin celular, y sin derecho a llamada alguna, esperé por más de dos horas, hasta ponerme incómodo y exigir mi derecho a una llamada para informar a familiares y amigos, pues se hacía tarde y ya me habían tomado las huellas dactilares en una moderna máquina para esos fines, me decían que no podía decir por teléfono el por qué estaba detenido, cosa tan absurda como la mismísima detención arbitraria, pero yo que soy un poco atontado, dije a quien llamé hasta donde pude.
En la estación de policías un estafado español de origen vasco da un mitin de repudio por no ser llevado de vueltas hasta su casa, pues decía que en su país la policía llevaba a las víctimas hasta su lugar de recogida, escándalo que vimos todos los detenidos, incluyendo a los dos agentes del G-2 que me sondearon en su acostumbrado tono amenazante.
Después de esperar con otros 7 detenidos en una húmeda cuartería en reparación, aparecieron dos supuestos oficiales vestidos de civil, recogen todas mis pertenencias incluidos mis escritos y mi libreta de apuntes y me conducen a una especie de aula policial.
Interrogatorio con los segurosos.
Las mismas amenazas sutiles de siempre, cuántos hijos tienes, trabajas, tienes propiedad de la cámara, eres arquitecto para retratar la Iglesia, la vas a mandar a arreglar, conoces a… y me menciona diferentes hermanos etc.…. no son imaginativos, no tienen un repertorio más creativo, original, que quizás a pesar de su arrogancia autoritaria los harían mostrar como seres humanos comprensibles y en cierto modo indignados también de la realidad desesperanzada en que vivimos.
Al fin, después de más de 4 horas el seguroso intenta darme la salida legal de la estación policial, y comprueba personalmente, que nunca me dieron entrada al recinto, seguidamente intento hacer una llamada desde un teléfono público anclado en las afueras y con voz de esbirro uno de los carpetas me dice en alta voz y delante de todos: ¡Aquí no llames, arranca, arranca!, a lo que solo atiné, por conocer del supuesto desacato o atentado, a darle las gracias al déspota antiprofesional.
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