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jueves, 18 de octubre de 2012

Crítica a nuestros críticos.

La Habana, Cuba, septiembre de 2012. Joisy García Martínez.

Ningún régimen político Latinoamericano tuvo tantos éxitos, lamentablemente represivos, que los ocurridos y valientemente documentados por varios aspirantes a ciudadanos, periodistas independientes y miembros de la emergente sociedad civil en nuestro país. El gobierno cubano reprimió sin misericordia en los años 60 a sus detractores. Prisión, exilio y paredón son el legado de esos años “Revolucionarios”.

Todos podríamos concordar en que la oposición en Cuba es evidente e indiscutiblemente pacífica y difiere mucho de sus oponentes en el poder. Los que quizás por mandato azuzan el odio y tildan a la vilipendiada y hambrienta oposición de asalariados, no la conocen bien. Las figuras más importantes han sido apaleadas, reprimidas, hostigadas, difamadas y encarceladas. Muchos han enfermado de los nervios y otros han sido víctimas de escandalosos y no muy bien esclarecidos asesinatos. No existe dinero en el mundo –entiendo yo- que pague tanto sufrimiento familiar en todos los bandos. Muestra de ello es la reciente huelga de hambre, que gracias a Dios no tuvo lamentables consecuencias, de Marta Beatriz Roque Cabello.

Me comenta un amigo que durante los años 70´ debido a la represión existente eran tan pocos los movimientos políticos de oposición o sencillos detractores independientes que literalmente se necesitaba una lupa para encontrar un movimiento de este tipo en el país. Aseveró, que por supuesto siempre existieron figuras independientes que a pesar de la habitual reprimenda mantuvieron en alto su postura disidente. En los años 80´ y principalmente en los 90´, tomaron un nuevo auge los movimientos opositores, pero el gobierno los calificó de “grupúsculos contrarrevolucionarios y asalariados”, supongo que en parte tienen razón, son pequeños grupos, ya que el gobierno no desea que crezcan y cuando la política de dichos grupos se basa en una atractiva dirección para resolver la problemática más acuciante e innegablemente existente, son amenazados, reprimidos reiteradamente y hasta encarcelados.

-Me asegura- que notable fue la coalición que se creó el 10 de octubre de 1995, que 140 de estos grupos se unieron y crearon un frente común llamado Concilio Cubano, esencialmente su línea de trabajo se establecía en estar comprometido con un proceso de cambios pacíficos que se caracterizaba por ser respetuoso de las leyes y la constitución comunista vigente. De extraordinario categorizaría el esfuerzo de los compatriotas que trataron de romper en ese entonces el monopolio de la inexistente libertad de asociación.

Los disturbios acontecidos en la Habana el 5 de agosto de 1994 pude verlos recientemente, gracias a la colaboración de un amigo, son increíbles manifestaciones populares espontáneas, símbolo de lo que inevitablemente se avecina. Los motivos para este malestar generalizado se enriquecen como caldo de cultivo debido a la inoperancia en lo económico, social y político del sistema que lamentablemente terminará por estallar. La pérdida del miedo al Estado represor me lleva hacia la hipótesis de que en Cuba más temprano que tarde tendremos nuestra primavera caribeña u otoño isleño. Principalmente previsible por la irresponsabilidad de la normalización e irrespeto evidente por las propias leyes vigentes, al no cumplirse con los pocos milímetros de cordura que en ellas puede leer su ciudadanía.

No ha sido minimizado el deseo del Estado a reprimir. Principalmente, a quienes increíblemente obstaculizados pero a pesar de dificultades, sin empleos y a riesgos de sus propias familias, propagan sus ideas y divulgan por cualquier vía posible por estrecha que sea, sus criterios. Todo lo anterior, acompañado por la amenaza de que el tentetieso y la prisión sean el mejor reconocimiento ciudadano para los héroes, sencillamente por el atrevimiento de disentir sobre la situación del país.

Sin lugar a dudas, el sistema dictatorial está cambiando su estrategia, no porque ellos lo deseen, sino porque ya saben que no lo pueden impedir. El aumento de la violencia criminal es evidente, el auge de la corrupción está institucionalizado, lo anterior claramente que es dañino para todos y su máximo responsable es el que supuestamente menos lo precisa. Si analizamos a sangre fría todo lo que acontece a nuestro alrededor, les recomendaría a los que continuamente reprimen a nuestra gente, que ¡por favor! no lo sigan haciendo….. y se sumen al carro de los cambios democráticos que inevitablemente y para suerte de todos, aparecerán.



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